miércoles, 23 de abril de 2008

The Police y sus correrias por Buenos Aires

The Police y su itinerario en la Argentina: Asado, Tango y Folklore

Sí, pasaron 27 años desde su única aparición en la Argentina pero el correr del tiempo no hizo que la magia de “The Police” se disipara. Con dos recitales musicalmente impecables ante un estadio desbordado de fanáticos, la mítica banda inglesa, que se reunió tras estar 21 años separada, hizo vibrar y cantar a sus seguidores como si el tiempo jamás hubiese pasado. Pero el trío conformado por Gordon “Sting” Summer (56), Andy Summers (65) y Stewart Copeland (55) no sólo regó el estadio River Plate con su música pop, sino que sus integrantes aprovecharon su estadía de cuatro días en Buenos Aires para disfrutar de los atractivos de la ciudad, ver shows de tango, comer carne, tomar vino malbec y recorrer las pintorescas calles de San Telmo.



Procedentes de México, Sting, su esposa, Trudie Styler, y el resto de la banda aterrizaron en Ezeiza el viernes 30 a las 0:40. Allí, descendieron de la nave y partieron rumbo al Hotel Faena + Universe en dos camionetas —una con vidrios polarizados— y en un auto Mercedes Benz en el que se trasladaban exclusivamente el bajista y su mujer. Al llegar, ocuparon las suites principales del lujoso hotel de Puerto Madero y descansaron hasta las primeras horas de la mañana. “Muchas gracias, estoy muy contento de estar en la Argentina nuevamente”, fueron las primeras palabras de Sting.

Al día siguiente, la banda desayunó frutas y té en el hotel y, antes de partir al estadio para supervisar los últimos detalles antes de su primera presentación, Copeland disfrutó de una extensa sesión de masajes en el Faena. Los otros integrantes descansaron y tomaron algunas bebidas en la pileta. Alrededor de las 16:00, partieron en las camionetas hacia River. Una vez que llegaron, Sting caminó por el escenario y el campo de juego para distenderse. Dialogó con los técnicos y luego los tres integrantes hicieron una breve prueba de sonido, tarea que realizaron también el sábado y el domingo, días en los que brindaron los conciertos para unas 100 mil personas.



Al regresar del Monumental de Núñez, Sting se refrescó en su suite y junto a su esposa y Stewart Copeland partieron a cenar y ver un show de tango en San Telmo. El músico se reconoce fanático de la tradicional música argentina y en el contrato que firmó para presentarse en nuestro país habría incluido una cláusula donde indicaba que tomaría clases y presenciaría un show de tango.Siempre en el Mercedes, el matrimonio arribó a Gala Tango, uno de los lugares más top de la ciudad que ofrece impecables espectáculos de música ciudadana y que está sobre la calle Pasaje 5 de Julio. Allí ocupó una gran mesa junto al baterista y a una parte de la delegación que lo acompañó a Buenos Aires. De muy buen humor, siempre sonriente y amable con cada persona que se le acercó, el líder de la banda lució borceguíes, pantalones de vestir negros combinados con un saco negro y una delicada camisa de seda blanca. Su esposa destacó su natural belleza con un vestido mini, y botas bucaneras de importante taco. Ni bien llegó, Sting fue recibido por el propietario del lugar y del restaurante “La Ventana”, que está en el piso inferior de la tanguería, Luis Machi. Y fue él mismo quien se encargó de que el británico pase una noche inolvidable.



Antes de comenzar a disfrutar de los shows y de la buena música, Sting le pidió al encargado del lugar visitar la cocina ya que quería aprender cómo hacer un asado y cómo se cocina el bife de chorizo. Una vez allí, saludó a todos los cocineros y recibió la explicación de cómo se hace el fuego para cocinar un asado. “Entró al lugar como si fuera una persona cualquiera. Se presentó como Sting y nos trató a todos con mucha naturalidad. Todo un caballero. ‘Aprendí a bailar el tango y a hacer un asado’, nos dijo”, contaron los empleados de Gala Tango. Luego de despedirse de todos en la cocina, regresó a su mesa y junto al grupo charló largo y tendido, y cenó. Como entrada comió carpaccio de salmón y, como plato principal, bife de chorizo. Amante del buen vino, pidió un prestigioso malbec para beber y se interesó por aprender un poco más acerca de los distintos cortes de uva.

Luego de la cena, se presentó el primer show de la noche y un grupo de músicos interpretó los tangos “Por una cabeza”, “Celos” y “Quejas”. Sting siguió el ritmo de cada acorde con sus pies, como si pudiera anticiparse a cada nota. Al finalizar la interpretación, en la que también se tocaron clásicos del folclore argentino, aplaudió de pie a los músicos y quedó fascinado con los percusionistas y el espectaculo de boleadoras ( durante el cual Stewart Copeland se animó a acompañarlos con los bombos) y con el charanguista. Tanto que le pidió la dirección de mail al músico que tocaba el charango para mantenerse en contacto con él. El argentino, asombrado, no podía creer lo que le estaba sucediendo: Sting, uno de los músicos más famosos del mundo, lo estaba felicitando.

En lo que fue la noche en la que más pudo aprovechar su tiempo libre, el líder de “The Police” no se privó de nada. Junto a su esposa, tomó clases de tango con los profesores del lugar, Walter Suquia y Ayelén Sánchez. Tanto él como Trudie, la mujer que está a su lado desde hace 20 años y con quien tuvo a cuatro de sus hijos —Bridget Michael (23), Jade (25), Elio Pauline (17) y Giacomo Luke (12)—, mostraron grandes virtudes para bailar al ritmo del 2 X 4. Con suma atención vieron y escucharon a sus profesores y, enseguida, aprendieron la técnica de los pasos básicos. Cerca de las 12 de la noche, uno de los hombres de seguridad que lo acompañó a todos lados, se acercó, le habló al oído y luego de unos minutos, partieron todos al hotel a descansar ya que el sábado tenían un compromiso por la mañana. Al retirarse, Sting saludó a la recepcionista de “La Ventana”, Melissa, y posó con ella y con Luciano Machi —hijo del propietario del lugar—.



Alrededor de las cinco de la tarde, Sting y los otros miembros de “The Police” llegaron el sábado al estadio, realizaron una prueba de sonido y luego de los teloneros, “Cuentos Borgianos” y “Beck”, el tema “Message in a Bottle” marcó el comienzo del retorno y sesenta mil almas deliraron. Sin fisuras, Sting y compañía tocaron un hit tras otro. Así, a lo largo de la noche, “Roxanne”, “Walking on the moon”, “Do do do da da da”, “So Lonely” y “Every breath you take”, entre otros, conformaron un repertorio inolvidable.



Para sus shows, la banda tuvo en River a una especialista en comida macrobiótica, Perla Herro, que fue contractada por el productor Daniel Grinbank para que se encargara del catering en el estadio. Allí se instaló un lugar especial para preparar el menú y un comedor donde toda la banda disfrutó de la comida naturista. Se sirvieron un cocktail, pan de arroz, hierbas, pastas, humus, crema de zanahorias y souflée de espárragos. También hubo ensaladas prensadas, sopa con algas y, como plato caliente, salmón rosado a la sal. Todo hecho con harina integral, verduras y flores orgánicas. Y fue el mismo Sting el que le agradeció a Perla su menú con una nota: “Tu comida estuvo buenísima. En ella pudimos saborear todo tu cariño”, decía.

Al regresar al hotel, todos brindaron a orillas de la pileta.Si bien el domingo los integrantes de la banda casi no se movieron del hotel antes de partir al estadio, Sting aprovechó el ameno clima de la ciudad para salir a pasear por San Telmo con su esposa. Intentando despistar a la prensa, el bajista no se movió en el Mercedes y salió por la puerta principal del hotel donde lo esperaba un taxi que lo llevó al casco histórico del barrio. Allí recorrieron varias calles y pararon a ver las tapas de las revistas en un kiosco de diarios. Con gran tranquilidad, Sting se movió como si fuera un porteño más. Por otro lado Andy Summers y uno de sus mellizos fueron cámara en mano a realizar un recorrido fotográfico por la ciudad, otra de las grandes aficiones del guitarrista policiaco que le ha mercido publicar libros y exponer en las mejores galerias de arte del mundo.



Ya el lunes, en su último día en Buenos Aires, el líder de la banda y Trudie siguieron incursionando en el tango y fueron al mediodía a la confitería Ideal, en la calle Suipacha, donde grabaron un video. Subieron al primer piso acompañados por cuatro agentes de seguridad, dos maquilladoras, tres fotógrafos, un camarógrafo y el director del video. Durante las tres horas que Sting estuvo en el lugar, bebió agua mineral sin gas y su esposa, jugo de naranja. Tomaron clases de tango con el bailarín y director artístico del grupo Sensaciones de Tango que ofrece su espectáculo en el Café Tortoni, Flavio Catuara, y con la bailarina Gladis Barreiro. Luego, Sting bailó con su esposa. Para la filmación, él vistió un saco negro Armani, remera y pantalones a rayas. Ella estaba con un vestido de Miu Miu, con lazo negro de cuero en forma de faja y zapatos de charol negro. Tras terminar de grabar, el músico y su esposa regresaron al hotel dando por finalizadas sus excursiones en Buenos Aires. Una leyenda del rock había pasado por la ciudad.


Por Federico Levin ( Revista Caras) http://www.caras.uolsinectis.com.ar/edicion_1352/nota_00.htm

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